Ocho años de tramitación para un proyecto claro y simple, prohibir los pitutos en el Estado y terminar con la eterna práctica de acomodar a familiares y amigos en la política. ¿Qué ocurrió? Lo que lamentablemente muchos sospechábamos, el congreso rechazó la Ley Antipitutos, presentada por José Antonio Kast y el partido Republicano, y ojo no fue solo el oficialismo quien se opuso, si no también varios parlamentarios de Chile Vamos que prefirieron omitir a favor de la “pitutocracia” antes que apoyar un cambio de verdad.
Esta no es una derrota para un partido político o sector, es una derrota para la ciudadanía honesta, esa que exige igualdad de condiciones. Esto es el reflejo de un sistema que sigue funcionando a base de favores, y que a pesar del discurso que es muchas veces distinto a lo que hacen, siguen fortaleciendo nuevas redes internas y conveniencias personales, y lo más alarmante, es que se hace a vista de todos, sin el más mínimo intento de ocultarlo.
Para entender la magnitud de este portazo les voy a dar un ejemplo, mientras la gente exige que el Estado se ocupe de la delincuencia y el caos migratorio, algunos se preocupan más de mantener contratados a sus primos, cuñados y asesores de campaña. Total, es plata de todos los chilenos. ¿A usted le parece normal? Al parecer sí, o al menos a los defensores del “amiguismo” sí.
Y ahora me pregunto. ¿Cómo se construye un Estado honesto y serio, si la primera barrera es el apellido o la militancia? ¿Cómo le pedimos compromiso a los chilenos si el mérito queda relegado a un segundo plano?
Esta práctica, además de ser inmoral, es también profundamente ineficiente, porque impide que lleguen los mejores y castiga al que se esfuerza.
No hay mucho análisis que hacer, o se defiende la transparencia y ser honrado, o se defiende el pituto, pero la votación en el congreso dejó clarísimo de qué lado están los que votaron en contra. Son los mismos que quizás en los próximos años nos llenen de promesas para mejorar el Estado y terminar con los abusos, pero que a la hora de la verdad, mantienen a este feudo de pitutos a plena luz del día.
Y esto no es solo un problema ético, es un problema práctico, que afecta al funcionamiento del Estado. Es la eficacia de los servicios públicos, y lo más importante es la confianza de millones de chilenos que cada día creen menos en las instituciones. El pituto en la democracia es lo que hace la termita a la madera, la destruye por dentro.
¿Se dieron cuenta de lo que implica? Miles de chilenos que estudian, se capacitan y buscan un trabajo en el sector público verán nuevamente como el cargo, milagrosamente fue asignado al “hermano de”, o a la “pareja de” o al “militante de” y lo más curioso y preocupante para mí, es que lo hacen sin ninguna vergüenza, mientras repiten discursos grandilocuentes sobre la justicia social e igualdad de oportunidades.
Algunos dirán que no era el momento y que hay cosas más urgentes, pero para la gente honesta que ve como dilapidan sus impuestos en sueldos de conocidos y compromisos electorales, la verdad es que todo momento es bueno para erradicar un sistema corrupto y abusivo.
Pero como yo le explico a las nuevas generaciones, jóvenes que se esfuerzan, que estudian para tener un mejor futuro, que sueñan con vivir y servir en un mejor país, que no es necesario ser el mejor para ocupar el mejor cargo. ¿Cómo no indignarse?
Desde el Partido Republicano, no vamos a bajar los brazos. Llevamos años desenmascarando la pitutocracia, que tanto la izquierda como la antigua derecha protegen con uñas y dientes.
Podrán rechazar todos nuestros proyectos, pero cuando lo hagan le estarán dando la espalda a la demanda ciudadana más básica, que el Estado nos sirva a todos, y no solo a los privilegiados de turno.
Lamentablemente hoy ganó el pituto, pero no será por mucho tiempo. Tarde o temprano la gente se cansará de ver como sus recursos se van por el baño del amiguismo, y el día en que se queden sin excusas, quienes defendieron con tanto interés la Ley Antipituto, van a tener que salir a explicarle a Chile, a sus propios votantes, sobre el por qué prefirieron los lazos familiares y los lazos partidistas antes que la meritocracia y el servicio público.
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